Si algo ha causado escozor en la mayoría de los gobiernos del mundo respecto a la criptografía, es el aspecto descentralizado de ésta, lo cual la hace una actividad prácticamente inviable de regular eficazmente sin generar como resultado, mayor imposibilidad de control sobre dicha actividad. Esta descentralización supone la independencia de un ente regulador central en las relaciones económicas y en el comportamiento de la criptomoneda como tal. La criptografía conlleva a relaciones entre pares de manera autónoma, plena e independiente de cualquier ente regulador. Esa libertad e independencia conlleva también sus implicaciones mayores, y la cripto-anarquía las explica.
La tecnología ha permitido la descentralización de redes, sistemas monetarios e incluso lugares de trabajo, llevando la realidad de la descentralización a prácticamente todo campo de actividad humana.
La información siempre ha sido considerada un poder en sí, y más aún en estos tiempos. Sin embargo el libre acceso a la información siempre ha tenido que batallar contra la censura de gobiernos y las tendencias de intereses particulares, por lo que el acceso a la información es un bien de poder intrínseco. Y la cripto-anarquía busca subvertir y derrotar la censura para ayudar a crear un mercado real de ideas en el que todas se desenvuelvan según sus méritos.
Como se comprenderá, la idea de la cripto-anarquía no es una visión que les resulte felíz a círculos y élites de poder sea político o financiero. Estas nociones de lo que se puede llamar “cripto-anarquía” parten de lo que en 1988 Timothy C. May expresó en su «Manifiesto Crypto Anarchist» . Este manifiesto de hace tres décadas ya se basó en dos principios centrales que se ven con fuerza en la actividad de la comunidad criptográfica: el anonimato y la libertad de información.
Estos dos principios son como una especie de pilares sobre los cuales se sostiene la oportunidad de que los individuos sean libres de organizarse para procurarse el accesos a la información y desenvolverse con seguridad fuera de los tentáculos de los gobiernos, especialmente más si se trata de gobiernos corruptos o que menoscaban los derechos de sus ciudadanos. Es toda una provocación hacia una rebeldía inteligente y liberadora.
La tecnología de estas últimas tres décadas ha traído entre otros nuevos paradigmas, el de la comunicación e interacción entre pares, tal como ocurre gracias a Internet que permite a las personas transferir de manera constante información interpersonal. Es por ello que las personas intercambian sus ideas y sentimientos, y en definitiva se convierten en vectores mediante los cuales se puedan transferir mensajes publicitarios y políticos a un público masivo o altamente segmentado.
En esta perspectiva hoy tenemos un universo de aplicaciones descentralizadas a disposición de un movimiento de nuestros dedos en nuestros dispositivos móviles que permite innumerables formas de interacción para las personas directamente entre sí. La interacción puede ocurrir con ocasión de cualquier motivo, desde comprar cualquier tipo de bien, hasta intercambiar material sensible para la seguridad de países enteros, pasando por tendencias a la discriminación por sexo, raza o credo, entre una infinidad de posibilidades sin un marco ético que las limite.
El aspecto ético resulta tal vez el más controvertido. ¿Cuál es el límite para que cause daño?; ¿En qué punto la información debe ser conservada y limitada por unos pocos por el bien del orden social? Esta es la pregunta central de la cripto-anarquía.
La tecnología cada vez se descentraliza más, y ya de hecho ha llegado a un punto en el que es virtualmente irreversible que sea controlada en cuanto a la provisión de información y su manejo. Blockchain ha sido la mejor caracterización desde el advenimiento de internet para resolver esta pregunta que platea la cripto-anarquía. De manera que bien podemos responder que efectivamente la cripto-anarquía ha llegado.
