Puntos clave de la noticia:
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El Play-to-Earn colapsó porque puso la economía por encima del juego: infló tokens sin sostén lúdico y convirtió a los jugadores en traders.
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El modelo Play to Own propone activos escasos y usables dentro del juego, con valor intrínseco, no atado a promesas de ganancia rápida.
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La propiedad no basta: si el juego no genera propósito ni cultura, ningún NFT va a retener usuarios más allá del interés especulativo.
Durante un tiempo, el modelo Play-to-Earn (P2E) prometió cambiar para siempre el vínculo entre jugadores y videojuegos. El concepto era simple: jugá y ganá. Ingresos en tokens transferibles, economías abiertas, recompensas en cripto que podías vender por dinero real. La promesa parecía irresistible. Pero el derrumbe fue inevitable. No porque el mercado cripto sea volátil —eso ya se sabía—, sino porque el diseño estaba roto desde el inicio: el jugador era solo un engranaje más dentro de un esquema inflacionario disfrazado de innovación.
En lugar de poner el foco en la jugabilidad, los desarrolladores priorizaron una economía basada en emisiones permanentes de tokens. Cada nuevo usuario era una fuente de liquidez para el anterior. El valor se sostenía mientras llegaran más jugadores dispuestos a comprar lo que otros ya no querían. La ficción del “ganar jugando” duró poco. En cuanto los precios de los tokens dejaron de subir, la estampida fue inmediata. El 90% de los proyectos están muertos o abandonados. La financiación del sector cayó más de 70% en el primer trimestre de 2025. Y además: los usuarios activos mensuales no paran de caer.
Lo que se vendió como descentralización terminó siendo un casino mal diseñado donde la volatilidad absorbía cualquier intento de construir comunidad o cultura lúdica. El jugador dejaba de ser jugador: se convertía en trader de objetos sin valor, obligado a vender antes de que el precio colapsara. En ese esquema, nadie se queda por el juego. Solo por la ganancia, efímera e inestable.
El Play to Own Busca Desmarcarse del Oportunismo
Frente al descrédito del P2E, empieza a ganar terreno otro enfoque: el Play to Own (P2O). Ya no se trata de repartir tokens como si fueran cupones promocionales, sino de permitir que el jugador sea dueño de ítems únicos, escasos y verificables en la blockchain. El activo deja de ser una ficha de cambio volátil para convertirse en un objeto que tiene valor por sí mismo, no por la expectativa de multiplicarlo.
El modelo Play to own se parece más a los coleccionables físicos que a un sistema de recompensas financieras. Un arma legendaria, un skin raro o una parcela de tierra digital no tienen por qué estar atados a una promesa de retorno económico. Su valor emerge de su utilidad dentro del juego y de su escasez percibida. Eso exige una arquitectura distinta: emisión limitada, oferta controlada, sistemas de “quemado” que eviten la saturación del mercado. El activo tiene valor porque hay algo detrás que lo sostiene: una experiencia de juego atractiva, una comunidad interesada, un diseño que entiende la economía como una herramienta, no como el producto principal.
Pero para que el Play to own no se convierta en otro experimento vacío, necesita desarrolladores con una mentalidad distinta. No alcanza con cambiar un token por un NFT. Hace falta reconfigurar la relación entre jugador y juego. No como un trabajo, no como un instrumento financiero, sino como un espacio donde el tiempo invertido genera valor cultural, no solo monetario. Si los incentivos siguen priorizando el intercambio por sobre la permanencia, el ciclo volverá a repetirse.
No se trata de Ownership, Sino de Propósito
La industria Web3 del gaming está en una encrucijada. Los números ya no alcanzan. Las promesas, menos. La idea de que cualquier objeto digital puede tener valor solo por estar en la blockchain está cada vez más desgastada. La propiedad, por sí sola, no construye sentido. El verdadero desafío es diseñar juegos que tengan propósito. Donde el jugador quiera quedarse, no para ganar, sino porque lo que pasa adentro vale más que lo que se puede obtener afuera.
La propiedad digital no es un problema. Lo fue la forma en que se intentó monetizarla. El P2E fracasó porque confundió al jugador con el inversor. El Play to own todavía tiene margen para aprender de ese error, pero solo si entiende que el control de un activo no garantiza valor. El valor, como siempre, lo define el juego. Y si el juego no atrapa, no hay NFT que lo salve.